viernes, 2 de octubre de 2009

Y...¿SI MIENTEN, HABLANDO BIEN DE USTED?


Es llamativo observar como las personas reaccionamos frente a los comentarios que otros hacen acerca de nosotros y aunque podamos en alguna medida evitar exteriorizar lo que sentimos, genera en nuestro interior una serie de reacciones agradables o no, que evidencian nuestro agrado o descontento. Nos sentimos bien cuando son reconocidos nuestros logros o virtudes, pero una sensación desagradable cuando aquello que no nos agrada es expuesto y aún más cuando nos sentimos cuestionados o descalificados, generando tristeza o una triste reacción.

En muchas ocasiones conversé con personas que se mostraban muy molestas porque alguien, una persona cercana o no, hizo comentarios de ellos mintiendo. Es cierto que esto es algo que descalifica más a quien hace los comentarios, que a aquel de quien los hace. Pero es claro que a todos nos molesta cuando nos descalifican de esta manera, más aún cuando pensamos que puede ser creído lo que dijeron.

En alguna ocasión le pregunte a una de las personas que expresaban este tipo de malestar y dolor lo siguiente: ¿Si en lugar de haber hablado mal de usted mintiendo, hubiese hablado bien pero también mintiendo, se sentiría igual de mal? Pueden imaginarse su cara de asombro y su boca cerrada; La única respuesta que recibí fue una oculta sonrisa que se asomaba en sus labios. Percibí a alguien acorralado por tener que reconocer su realidad.

Más allá del hecho repudiable de tratar de deshonrar o desprestigiar a otro con actitudes como esta, debemos detenernos también en analizar la causa del malestar de la persona afectada. Claro es que cuando el ego es herido se producen reacciones. El sentirse lastimados no siempre es porque que alguien haya mentido en contra suyo o sino en muchas ocasiones porque su ego ha sido herido.

Uno de los libros más antiguos y traducido a la mayor cantidad de idiomas y dialectos contemporáneos expresa lo siguiente “…que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura…”(Ro. 12:3 La Biblia). O sea, el concepto que tenemos de nosotros mismos y o el que deseamos que otros tengan de nosotros, debe coincidir con la verdad y nunca este debe basarse en la simulación o la mentira.

Si bien es sabido que la mentira es una herramienta habitualmente utilizada por muchas personas para alcanzar sus fines, también lo es que nadie se agrada en que le mientan, -salvo bajo situaciones patológicas- y también es imposible convivir sanamente sobre esa base. Por eso podemos decir que la mentira es repudiable, porque siempre divide y para justificarla es preciso valerse de otras, y en esto se encuadran aún también aquellas que algunos llaman “piadosas”.

Pero no es menos grave el querer “dibujar” ante otros, lo que en el fondo sabemos que no somos, queriendo que le consideren o vean como realmente sabe que no es, aún a pesar de la mentira. Si es así podemos aseverar que es tan culpable es el que miente como aquel que tolera o disfruta la mentira cuando le conviene o le gusta. Otro aspecto importante para considerar es la intención de aquellos que usando la mentira o aún verdades, la usan con un fin dañino o destructivo.

Sin duda hay personas que de alguna manera se pueden sentir identificados con alguna de estas alternativas y se dan cuenta que no pueden seguir así mucho más, porque si fuese así todo se caería a su alrededor y ansían que se produzca un profundo cambio en sus vidas, familias y relaciones.

Hay esperanza, porque hay una puerta de salida. El umbral de esa puerta es que tengan en claro qué concepto tiene Dios de cada uno en particular, no el que quisieran que tenga, ni el que les parece que debiera tener, sino el real y frente a esto reconocer sus faltas con arrepentimiento. La puerta es la persona de Jesucristo, quien murió en la cruz para dar una Nueva Vida a todos aquellos que le reconozcan como la autoridad suprema sobre ellos, le pidan perdón expresándole con sus labios lo mas profundo que hay en sus corazones con la disposición de seguirle para transitar esta Nueva Vida tomados de su mano.

Ah!, la esperanza, es que disfrutarán sus vidas basadas en la verdad. Y aunque hablen lo que hablen se cumplirá lo dicho por Jesús “…Yo estoy con ustedes todos los días”.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez