jueves, 31 de diciembre de 2009

¡PUDIENDO SER RICOS..,NO LO SOMOS!


Cuando los recursos están ahí, esperando que dispongamos de ellos pero no los utilizamos y a la vez tenemos una mezcla de esperanza y resignación, que genera una progresiva frustración.

Necochea cuenta como punto turístico regional con una diversidad y calidad de recursos naturales, que muchos desearían. Comenzando por sus extensas playas tanto las de Necochea como las de Quequén, con un clima agradable y variable a la vez, que a diferencia de lo que algunos suponen, brindan a los turistas y visitantes una diversidad afín a todos los gustos.

Sin ir más lejos las fascinantes grutas próximas a la ciudad, con sus lugares paradisíacos y hermosas playas en muchos sectores; en otros formando acantilados o fundidas con inmensos médanos.

Y que decir de su río serpenteante y con cascadas, con su entorno agreste, refugio de aficionados a la pesca y amantes del relax. El parque Lillo repleto de pinos esperando a aquellos que gustan de los lugares boscosos y “Lago de los Cisnes” lleno de aves de distintas especies junto a una gran variedad de fauna.

Podemos seguir enumerando otras atracciones, como su puerto de aguas profundas y sus hermosas escolleras, etc. Pero la pregunta que muchos de los habitantes se hacen (algunos con ciertas quejas aunque otros con esperanza) es ¿Se valoran y se da la importancia que merecen a los recursos naturales de que disponemos, se le da la utilidad y difusión adecuada o sólo nos ufanamos del hecho de contar con ellos?. ¡Qué distinto que es cuando algo de lo que se dispone, se disfruta a pleno!.

Así ocurre con alguien que tiene un padre rico y no lo sabe, o aunque lo sepa mantiene distancia con el. O aquel que dispone de una gran herencia pero lo ignora o no la quiere tomar y vive pobre siendo rico.

Con todos nosotros ocurre algo parecido ya que contamos con alguien que nos ama profundamente y es el dueño de todos los recursos imaginables y aún de los que no nos imaginamos. Dispuso todo aquello que es para nuestro bien, no a manera de préstamo sino para que sean nuestros y podamos disfrutarlos plenamente, pero ocurre como con nuestros recursos naturales y con quien puede alcanzar lo que está dispuesto para el, pero por diversas razones no lo toma.

¡Si!. Aunque parezca incomprensible es lo que la mayoría de las personas hemos hecho con respecto a Dios. El tiene a nuestra disposición la paz o el perdón que tanto anhelamos, la alegría o compañía que necesitamos, el consuelo y la esperanza tan valiosos en distintos momentos de la vida. Dentro de su soberana voluntad contamos con salud y los recursos económicos que nos brinda, y tantas cosas más.

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo puedo disfrutar de esto que está reservado por Dios para mi?. Es muy sencillo; hablando con Él, como si hablases con un padre que sabes que te ama, pidiéndole lo que necesitas, pero no como quien le pide a “un bonachón generoso”, sino desde tu necesidad con profundo clamor, reconociendo su grandeza y con la decisión tomada de poner tu vida bajo Su glorioso gobierno. Reconociendo a Jesucristo, su Hijo, como tu Señor y Salvador, quien murió en la cruz para que seas perdonado cuando arrepentido le pidas perdón, reconciliándote de esta manera con Él.

Cuando uno toma conciencia de aquello que fue provisto para uno y lo hace con una actitud de humildad, cuando se toma la decisión adecuada en el tiempo correcto, se puede disfrutar de las riquezas que nos han sido provistas y en lugar de decir “¡Pudiendo ser rico, no lo soy!”, podremos decir y con verdad “¡Poseo y disfruto lo que Dios me dio!”.
Pr. Rubén Jorge Rodríguez










lunes, 14 de diciembre de 2009

EL CUMPLEAÑOS

Una familia, quizás como una de las nuestras, en un día caluroso de verano, en una ciudad como esta, se aprestaba para festejar un cumpleaños muy especial, como aquellos a los cuales nosotros le damos una relevancia significativa, afectuosa y de reconocimiento.

Cuidadosamente prepararon una lista incluyendo a los invitados, teniendo especial cuidado de no olvidar a aquellos que habían dispuesto que participasen, aún más la repasaron entre varios para no equivocarse.

Se distribuyeron las distintas tareas entre quienes lo organizaban. Buscaron un lugar adecuado, amplio, limpio. Lo decoraron y adornaron para esta ocasión tan especial. Conversaron y decidieron en que consistiría el lunch y las bebidas y fundamentalmente el brindis para culminar este momento tan grato homenajeando a quien cumpliría años, como así también, cómo y quienes lo servirían.

Destinaron un lugar para dejar los obsequios, eligieron la música que según entendían, sería acorde al momento. Prepararon las mesas y mientras terminaban de poner los cubiertos comenzaban a llegar los invitados.

Sus rostros reflejaban alegría, claro, era un día especial y en medio de la algarabía depositaban los obsequios que traían. Llegó el momento tan esperado, comenzaron a cenar festejando este tan esperado cumpleaños cerrando la puerta del lugar. Transcurrían las horas en medio de júbilo, risas, y música. Cuando ya avanzaba la noche, después de haber cenado, alguien preguntó ¿Vieron al cumpleañero?.

Con asombro unos y con sonrisas irónicas otros dijeron: ¿Como preguntas eso? ¡Allá está! ¡Si allá!, otro respondió. A la mesa principal había un hombre sentado que se destacaba del resto, usaba ropa de pleno invierno, de color muy llamativo, adornaba su cabeza con un gorro muy especial. Era el centro de atracción, sus carcajadas muy particulares generaban la simpatía de todos los asistentes, principalmente los niños se acercaban para besarle, muchos de ellos llevados por sus padres.

En un momento otro dijo, ¿Qué hace este hombre acá? ¡Hoy es nochebuena y estamos festejándole el cumpleaños a Jesús! ¿Quién me puede decir dónde está?. Poco a poco ceso el ruido mientras se miraban reconociendo el grave error.

En medio de los preparativos se olvidaron de decirle a Jesús que querían honrarlo y homenajearlo, olvidando invitarlo. ¡Quien cumplía años no estaba presente! ¿Quien era entonces ese hombre que había pasado a ser el centro de la atención de todos? Alguien respondió, algunos lo llaman papá Noel y otros Santa Claus.

Al reunirte en esta nochebuena o Navidad, con aquellos a quien amas para festejar el nacimiento de Jesús, no te olvides que Él debe ser el centro y además debes saber que sin Jesús no hay Navidad. Aquel o aquello que lo reemplace ocupará un lugar que no le corresponde. Comienza este tiempo dándole a Jesús el valor y lugar que tiene.

Hace más de dos mil años decidió nacer entre nosotros con el objetivo de reconciliarnos con su Padre Dios, librando así de las consecuencias de nuestros pecados a todos aquellos que le reconozcamos como el Hijo de Dios y arrepentidos de nuestros pecados le digamos “¡Jesús perdóname! Reconozco que no merezco tu perdón, pero te ruego que tengas misericordia de mí”. Haciéndole esta declaración con la firme decisión de rendir a sus pies nuestro pasado, presente y futuro. Dispuestos a vivir una vida nueva tomados de su mano.

Felicidad y recuerda que: ¡La Verdadera Navidad es con Jesús!.

Pr. Rubén Jorge Rodríguez