viernes, 23 de julio de 2010

HAY QUE DECIDIR...!


... Quienes buscan la verdad por encima de sus preconceptos y se disponen a ponerla en práctica y quienes no necesariamente la buscan, sino que buscan “otra opinión”...


Una de las facultades con que contamos los seres humanos, es la posibilidad y capacidad de tomar decisiones. Todos los días y en cada momento debemos tomarlas, sean estas importantes o no.

Debemos por ejemplo, tomar pequeñas decisiones para cruzar una calle por determinado lugar o no, ponernos abrigo o no, asearnos o no, y todas aquellas que te puedas imaginar, ya que son parte de la vida. Como lo son también las decisiones trascendentes, las que afectan nuestro futuro y el de otros.

Cuántos de nosotros cuando decimos comprar una camisa, recorremos distintas tiendas, hasta encontrar aquella que más se ajusta a nosotros, en color, estilo; a nuestro cuerpo o a nuestra economía.

Frente a la enfermedad, sea esta propia o de algún ser querido, consultamos al médico y es lo correcto. Pero también en algunas ocasiones, no quedándonos conformes con su opinión, alguien nos aconseja o surge de nosotros, consultar otras opiniones de otros profesionales de la salud.

Es cierto que tanto en las cotidianas, como en las trascendentes, buscamos opciones, opciones que nos beneficien. Pero es necesario destacar, que si bien esto es cierto, hay diferencias substanciales entre la una y la otra.

En la primera, la decisión está en nosotros, ya que responde a los criterios personales, en la segunda, los criterios personales deben pasar a un segundo plano, ya que lo importante es contar con el diagnostico médico preciso, que resguarde nuestra vida o la de nuestros seres queridos que están en riesgo.

En mi tarea de consejería, me encuentro con muchas personas que buscan consejo sobre situaciones de distinto tipo, tanto familiares como personales, generalmente muy graves. Dentro de ellas, hay dos tipos de personas. Quienes buscan la verdad por encima de sus preconceptos y se disponen a ponerla en práctica y quienes no necesariamente la buscan, sino que buscan “otra opinión”, dentro de muchas que consultaron, para luego evaluar cual se ajusta más a sus gustos o pretensiones, como quien busca una camisa.

Hace unos años compré un automóvil, si bien era un excelente vehículo no me adaptaba a el, ya que en el manejo en ruta perdía estabilidad, lo hice revisar por técnicos, y todo estaba bien. Me dijeron que era un problema originado en la presión de los neumáticos. Esto me desconcertó, ya que contaba con la que tradicionalmente se le pone a estos vehículos, aún más, la recomendada por las mejores casas de neumáticos.

A pesar de todo, el problema persistía, hasta que consulté el Manual de Fábrica, y ante mi asombro observé que los valores diferían totalmente, cosa que resistí y seguí probando, pensando que debía haber un error. Hasta que un día dándome por vencido decidí respetar las normas del fabricante y noté un cambio total. Tuve que reconocer, que el fabricante era el único que sabía que era lo correcto. ¡Claro en mis intentos ciegos dañé las cubiertas!.

Así ocurre tanto en nuestra sociedad como en lo personal, al desconocer que hemos sido creados por Dios y sólo El es quien determina lo que está bien y lo que está mal.

Para que nuestra vida y sociedad alcance aquello para lo que fue creada, debe basarse en las normas del fabricante, aunque a algunos les cueste aceptarlo, las normas de Dios, y no el consenso de opiniones de personas que dejan de lado las pautas del Creador.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez

viernes, 25 de junio de 2010

LO NUESTRO Y EL MUNDIAL..!


¿El día después qué?, cuando la euforia pase, cuando una a una sean guardadas las banderas, qué queda. Los argentinos con sus logros y dramas, lo cotidiano, lo rutinario, la realidad. Como aquel que se embriaga para olvidar y cuando le pasa el efecto se encuentra con su cruda realidad.

Nuestra sociedad, comparativamente con muchos países latinoamericanos cuenta con un elevado índice en el promedio de cultura y alfabetización. Un pueblo acostumbrado a los cambios constantes, vaivenes económicos, políticos y sociales que lo fueron forjando y llevando a vivir el “día a día“, y en muchos casos concentrarse en el y olvidarse de aquello que le aqueja. Como un adicto que se evade de sus problemas personales o familiares, que se esconde detrás de la droga, el alcohol u otros paliativos.

Es lindo ver automóviles, calles y edificios embanderados, apoyando a nuestra selección nacional de futbol, pero lo llamativo es que cuando hacemos comparaciones, estas superan en porcentaje a las banderas e insignias desplegadas en nuestros días patrios, fuera de fechas como esta.

En días así, todo pasa a un segundo plano, reflejándose en los distintos medios de comunicación, como “el tema del momento”, y por supuesto que lo es. Sin embargo me pregunto, no sería más importante que en las páginas de los diarios, en las pantallas de televisión, apareciesen temas trascendentes, propuestas para tratar temas como la corrupción, y la inseguridad. La producción, la educación, la subocupación, la destrucción de las familias, los niños abusados, entre otras.

Es claro que algo tan popular como el futbol para muchos de los argentinos pasa a ser una “Causa Nacional” y llegar a ganar el mundial un ¡Logro nacional!. Aquí cabe hacernos una pregunta ¿El día después qué?, cuando la euforia pase, cuando una a una sean guardadas las banderas, qué queda. Los argentinos con sus logros y dramas, lo cotidiano, lo rutinario, la realidad. Como aquel que se embriaga para olvidar y cuando le pasa el efecto se encuentra con su cruda realidad.

También es cierto que a quienes saben de la realidad de nuestra sociedad y tienen que arbitrar los medios para mejorarla y no cuentan con las herramientas para dar la solución pronta a lo que muchos esperan, esto es una tregua en el reclamo de la gente.

Si nos remontamos a los albores de nuestra Patria, observamos que trató de ser asentada sobre valores cristianos, con errores o no, se trató de transmitirlos en todo es espectro social. Desde hace décadas, detrás de un falso llamado “progresismo”, se ha intentado dejar totalmente a Dios de lado. Claro está que al pensar así, el hombre es gobernado por el hombre con sus propias limitaciones, tratando de hacer un “ensayo de cultura”, cuyo fin no lo vislumbramos, sino que lamentablemente ya lo vivimos.

¿Que pasaría, si en lugar de evadirnos de aquello que nos agobia, lo enfrentamos, pero con los valores que Dios ha determinado? Ya estamos viviendo las consecuencias de un tiempo donde la “razón sin Dios”, ha ocupado el lugar de “Dios iluminando nuestra razón”.

Cuando no se sabe que hacer, después de haber hecho ensayos aplicando diferentes corrientes de pensamiento y vemos que en este aspecto en lugar de avanzar o al menos mantenernos, estamos retrocediendo a pasos agigantados ¿Es tan difícil humillarnos y decir que sin Dios no sabemos continuar y sin El no podemos saber en definitiva qué esta bien y qué está mal?.

No estoy hablando de religiosidad, ni de la práctica de determinados ritos, sino de tomar en serio de una vez por todas a Dios y su Palabra, vivir como Cristo manda, basar este nuevo Centenario de nuestra Patria en los valores de Dios, que como bien dice el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional es la “fuente de toda razón y justicia”.

Dios nos ilumine y revele estas verdades, que aunque resistidas por algunos, a quienes respetamos, es la salida para nuestras familias, nuestra sociedad y nuestra Patria.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez






lunes, 7 de junio de 2010

ANSIEDAD E INSATISFACCIÓN



El vivir en tensión nos produce nerviosismo y este hace sufrir también a quienes nos rodean, -ya que no es fácil convivir con quien vive en insatisfacción-, convirtiéndose en víctimas de la crisis personal que estamos viviendo.


Hay dos sentimientos que por momentos nos invaden a todos, uno es la ansiedad y el otro es la insatisfacción. Cuando la frustración comienza a asomarse, también comienza a hacerlo la ansiedad y la insatisfacción.

Cuando deseamos obtener algo y al ver que cada día está más lejos de nuestro alcance, nos ponemos ansiosos, siendo muchas veces esto sólo el inicio de graves problemas, crisis o conflictos. Algo parecido sucede cuando dejamos de contar con algo que para nosotros era normal tenerlo, -aunque quizás no lo sea para otros-, o cuando no tenemos lo que deseamos -o pensamos que necesitamos-, se genera un estado de insatisfacción que nos roba la felicidad.

Por naturaleza aunque en menor o menor escala, convivimos con estos sentimientos, porque en el fondo siempre estamos queriendo algo o sentimos que algo todavía nos falta. Esto es parte de la naturaleza humana y a su vez el motor que nos motiva a seguir adelante para crecer como individuos y como familias. Pero cuando supera el límite, comienza a producirse sufrimiento, agresión o angustia. Es entonces cuando debemos detenernos y replantearnos sobre las profundas motivaciones de nuestro interior.

El vivir en tensión nos produce nerviosismo y este hace sufrir también a quienes nos rodean, -ya que no es fácil convivir con quien vive en insatisfacción-, convirtiéndose en víctimas de la crisis personal que estamos viviendo. Este estado de tensión interior produce amargura o sea una profunda tristeza y un negativismo provocando en muchos casos depresión.

Encontramos un párrafo de una carta que escribió el apóstol Pablo a manera de consejo y enseñanza a personas que vivían en la antigua ciudad de Filipos y estaban sufriendo algo parecido o estaban expuestos a ello: “No se aflijan por nada, sino preséntenlo todo a Dios en oración; pídanle y denle gracias también.”

Aquí encontramos una receta efectiva para que seamos libres de esta ansiedad e insatisfacción. Nos dice que es necesario contarle a Dios, todas las cosas, aún suplicándole, poniendo nuestros deseos y necesidades a sus pies adoptando una actitud de descanso y agradecimiento por lo todo lo verdaderamente bueno con que contamos. Porque el que descansa, espera en paz el tiempo que sea necesario y no se desespera hasta la solución del problema. Más aún, muchas veces hasta llega a olvidarse de aquello que le producía la ansiedad y la angustia.

Les sigue diciendo: “Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús”. Habla de una paz no conocida por la mayoría, ya que en nada se parece a la que podemos entender y por ende desear, es la que proviene del cielo, y aunque no seamos conscientes de que la necesitamos, es lo que nos falta. Alguien me dirá que no es lo que desea o necesita, pero en definitiva tanto la ansiedad como la insatisfacción expresan la ausencia de ella.

Claro, es evidente que este consejo esta condicionado por estar “unidos a Cristo”. ¿Qué es esto? Podemos explicarlo en forma sencilla. Es un acto concreto, personal y voluntario en el que debemos entregarle nuestra vida a Jesucristo. Un acto de reconocimiento de quien es El y de nuestra condición de necesitados, quien arrepentidos, no sólo ponemos nuestra ansiedad e insatisfacción a sus pies, sino también nuestras vidas.

Cuando vivimos con este tipo de paz con nuestros semejantes, con nosotros mismos y fundamentalmente con Dios. Mientras nos esforzamos para superarnos y crecer, -y aunque mientras tanto quizás nos falten cosas-, viviremos en reposo y descanso. Y... ¿Puede sentirse fracasado quien vive así...?.



Pr. Rubén Jorge Rodríguez



lunes, 10 de mayo de 2010

EN LA CORNISA



El problema no es tanto pararse en una cornisa, sino bajarse de ella, pues es muy difícil darse vuelta y retroceder, y si se decide seguir avanzando es “mas de lo mismo”, cayendo en la desesperación.


Al recorrer diferentes ciudades podemos observar las mas variadas edificaciones, algunas muy antiguas, otras no tanto, que marcan un contraste con las nuevas que se erigen soberbias aunque con un estilo mas simple. Cuando nos detenemos a observarlas vemos que en la mayoría de ellas, y fundamentalmente las no tan modernas, se destacan distintos tipos de cornisas.

Podríamos definirlas como lugares aparentemente firmes y extremadamente angostos. De un lado una pared que no podemos traspasar ni tomarnos de ella, del otro un precipicio y sus extremos terminan en el “vacío” o empalman con otra cornisa.

Para poder pisarla y andar sobre ella es necesario acceder generalmente por una ventana, por un balcón o descender desde una terraza. El problema no es tanto pararse en una cornisa, sino bajarse de ella, pues es muy difícil darse vuelta y retroceder, y si se decide seguir avanzando es “mas de lo mismo”, cayendo en la desesperación.

Cuando alguien se encuentra en una situación así y desea bajarse, tiene que tomar una decisión, arrojarse al vacío y sufrir las consecuencias -cosa no recomendable-, confiar en que alguien quizás intente amortiguar en parte con una red o algo semejante el golpe al caer, o bien esperar que alguien de mucha confianza suba a rescatarle en la plataforma de un brazo de grúa.

Así es la vida de muchos de los que leen esta nota, ya que están caminando por “la cornisa de sus vidas” y no encuentran salida. Puede ser por incidencia de otros, o por determinación propia, pero en definitiva sea cual fuese el origen para comenzar a transitar por la cornisa, tuvieron que tomar la decisión de hacerlo.

¡Puedes estar transitando por tu propia cornisa! Caminar al borde del precipicio con un “estilo propio de vida” o el del grupo con quien te relacionas, creyendo que así se vive o justificando lo que en el fondo sabes que no está bien, defendiéndolo -a veces con uñas y dientes-, tratando de buscar justificarte ya que la conciencia te inquieta, o relacionándote con otros que también vivan lo mismo y como dice el refrán criollo “mal de muchos, consuelo de tontos”.

Caminar al borde de lo ilícito, caminar al borde del desastre, como quien juega con una “ruleta rusa”, pensando ¡Que sea lo que sea!, o ¡No va pasar nada! O siguiendo la corriente de pensamiento de otros y razonando sobre esa base decir ¡Si otros lo hacen o dicen, no debe ser malo!

Podemos definir distintos tipos de cornisas, la de los pensamientos, de los sentimientos, de las emociones, de los hechos, la cornisa de la falta de relación con Dios, la cornisa del rechazo a Dios, la cornisa de saber que Dios es la verdad pero no estar dispuestos a seguirle negándonos a nosotros mismos.

Un antiguo proverbio dice lo siguiente, “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es caminos de muerte”.

¿Como puedes bajarte de la cornisa por la que transitas? Cuando en tu interior sabes que “algo está mal”, has descubierto que ya estas caminando por una cornisa. Entonces cabe que te preguntes ¿Que prefieres, que te rescaten o intentar tirarte al vacío? La sencilla respuesta es que: Jesús es quien vino para rescatarte y enseñarte un nuevo modo de vivir “sin cornisas”. Sólo quiere que confíes en El, -porque El es Dios mismo-. Que creas que desea ayudarte a salir adelante, y lo hace porque te ama sinceramente. Que reconozcas que has tomado un camino equivocado y arrepentido confíes en El.

Cuando estire sus brazos para rescatarte solamente debes tirarte en ellos reconociendo tus faltas y decirle que de ahora en más quieres que te enseñe una nueva manera de vivir. No sólo te pondrá en un lugar seguro, sino que sanará tus heridas y te guiará el resto de tu vida.



Pr. Rubén Jorge Rodríguez

lunes, 5 de abril de 2010

SABER ELEGIR



¡Qué vigente... por mas que pasen los años, las costumbres cambien y la tecnología avance, en esencia seguimos siendo iguales..! Tenemos la capacidad de optar y decidir, y lo sabio es que lo hagamos bien.

Es de sabios observar la naturaleza, y más precisamente detenernos al ver a las aves tomar sus decisiones de acuerdo a su especie. Construyen sus nidos en distintos lugares, sobre el suelo, entre peñascos, en las ramas de los árboles o en los lugares más insólitos, pero a su vez tienen las características, hábitos y necesidades propias de su especie.

Hace un tiempo caminando por un sector de las “Grutas” de Necochea, al bajar hacia la playa, me detuve a ver las distintas características que conforman su superficie. Grandes rocas planas, que parecen haber sido hechas por la mano del hombre, piedras pequeñas que cubren superficies importantes y las hermosas playas de arena que conforman un paisaje digno de postales.

Esto me llevó a pensar, cual de estas tres superficies alguien elegiría como base si tuviese que edificar su casa. Por supuesto a nadie se le ocurriría levantarla sobre un sector cubierto por piedras pequeñas al menos que decidiese sacarlas, pero sí, muchos evaluarían las posibilidades restantes.

Quienes han tenido que esforzarse para levantar con sus manos su vivienda, o se dedican a la construcción, saben bien que intentar hacerlo sobre una de esas grandes rocas planas no es tarea fácil, pues primero hay que cavar sobre ella para fijar las bases y columnas, y eso lleva mucho tiempo y esfuerzo. Días y días de trabajo sin ver que nada se asome a la superficie, más bien parece tiempo perdido inútilmente. En lugar de edificar, se cava. En lugar de disfrutar del proyecto, se gastan recursos en algo que no se ve, y lo que se ve no atrae. Pero en el transcurso del tiempo lentamente progresa su construcción y esta llega a su fin, y puede ser habitada y disfrutada.

La otra alternativa es más atractiva al ver la hermosa superficie de la playas con sus muy suaves pendientes. Allí es mucho más sencillo edificar, las columnas se pueden anclar en horas, porque cavar es muy sencillo y fácil, luego las paredes van elevándose mostrando la concreción del proyecto, del sueño hecho realidad. Mientras que con la otra alternativa se hubiese estado sufriendo, con esta, “ya se comienza a disfrutar”.

Pasan los días, y las inclemencias del tiempo se abaten sobre ambas, y ¿Qué se imaginan que sucede al ser embestidas por los vientos y el agua? No es difícil la respuesta, una permanece firme y la otra se derrumba y si no ocurre esto, se daña seriamente y aunque se repare, en el próximo temporal se agrieta nuevamente o desmorona en otro sector y así constantemente. El disfrute de la casa terminó con la primera tormenta y luego se torna terrible el habitarla.

Así ocurre con nosotros los seres humanos. Mientras las aves hacen sus casas de acuerdo a su especie, nosotros también, pero a diferencia de ellos son dos opciones que tenemos. Son dos las superficies a elegir.

Como sucede con la construcción de una casa así también tenemos dos opciones para edificar nuestras vidas, sobre una base firme o sobre la que no lo es. Al respecto Jesús dijo: “Voy a decirles a quién se parece el que viene a mí y me oye y hace lo que digo; se parece a un hombre que para construir una casa, cavó primero bien hondo, y puso la base sobre la roca. Cuando creció el río, el agua dio con fuerza contra la casa, pero no la hizo tambalear, porque estaba bien construida.

Pero el que me oye y no hace lo que digo, se parece a un hombre que construyó su casa sobre la tierra y sin base; y cuando el río creció y dio con fuerza contra ella, se derrumbó y quedó completamente destruida."

¡Qué vigente es lo que dijo, claro, por mas que pasen los años, las costumbres cambien y la tecnología avance, en esencia seguimos siendo iguales..! Tenemos la capacidad de optar y decidir, y lo sabio es que lo hagamos bien.

Son muchos quienes han construido sus vidas sobre la opción equivocada y aunque todo parecía brillar les paso como a mi al comprar un anillo, parecía oro, pero con el uso y el tiempo, primero perdió su brillo, luego dejo de ser dorado y tomo un color plata, con lo cual me conformaría, pero no lo era, lo mas triste aún es que ahora es de un material metálico amarillento y ordinario al que hay que constantemente sacarle brillo para que pase desapercibido.

Si encuentras similitud entre tu vida y estos ejemplos, te animo a que fundamentes tu vida en Jesucristo, El es la Roca en quien puedes permanecer firme frente a las “inclemencias de la vida”. Pero como ocurre con una casa mal construida desde sus bases, debe ser hecha de nuevo. Jesús quiere que tu vida comience de nuevo, la Biblia lo llama “Nuevo Nacimiento”, pero ahora tomado de su mano y con Su ayuda.

Sólo tienes que reconocer tu error y necesidad, y decirle que deseas edificar tu vida, tu futuro y familia basado en El, esto se verá expresado en tu vida diaria. La decisión es tuya.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez

lunes, 15 de marzo de 2010

LO QUE PASÓ, PASÓ..!




¿Es de sabios repetir nuestros propios errores y los que vimos cometer a otros, sabiendo las consecuencias que ocasionaron?... Lo que más me preocupa es cuando me encuentro con personas que se niegan a mirar atrás y recapacitar sobre sus propios caminos... diciendo “¡Lo que pasó, pasó!...”.


A menudo oímos esta frase: “Debemos aprender de nuestros errores”, y es muy cierta, porque como dice un antiguo proverbio: “Sólo un necio comete el mismo error dos veces”. Claro, si esto es cierto -y si lo es- debemos asumir una dosis de necedad, más allá de nuestra capacidad intelectual o formación académica. Y... aunque nos resistamos a aceptarlo, sabemos que es así.

También es importante aprender de los errores ajenos, y principalmente de aquellos en los que han incurrido quienes conocemos bien, para no repetir lo mismo. No con un ánimo de cuestionamiento o crítica, sino con la disposición de evitar sufrir o hacer sufrir innecesariamente a otros y crecer como personas. Debemos preguntarnos: ¿Es de sabios repetir nuestros propios errores y los que vimos cometer a otros, sabiendo las consecuencias que ocasionaron?.

Si mirásemos a nuestros padres, abuelos y aquellos con quienes nos relacionamos; y en el momento de tomar decisiones nos detuviésemos un instante a reflexionar sobre cuales fueron las consecuencias a través del tiempo de sus decisiones en condiciones similares, muchos de los sufrimientos que hoy padecemos los hubiésemos evitado.

Pero lo que más me preocupa es cuando me encuentro con personas que se niegan a mirar atrás y recapacitar sobre sus propios caminos evadiendo medir las consecuencias de sus palabras y hechos, diciendo “¡Lo que pasó, pasó...!”, parafraseando parte del estribillo de una canción popular.

Es sabio meditar sobre nuestros caminos, sobre las consecuencias de las decisiones tomadas en nuestro diario vivir, sean éstas buenas o malas. Más aún en el antiguo libro del que hacía mención, la Biblia, Dios dice, “Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta...” o como lo expresa otra traducción “Mediten bien sobre vuestros caminos...”.

Hay personas que con su afán de mirar hacia delante, dan por cerrado su pasado, otros por temor a revolver en él, dado a que se niegan a asumir las consecuencias de sus hechos, y más aún aceptar explícitamente el daño que se hicieron a sí mismos y ocasionaron a otros.

Hay una frase que encierra una riqueza muy grande y es bueno que la tengamos en cuenta: “Para tener victoria en el presente, debemos reconciliarnos con nuestro pasado”, o sea mientras no resolvamos lo pendiente no podemos seguir avanzando sanamente en la vida. Sí, es duro tener que aceptarlo pero es así. Permanecemos limitados, como si estuviésemos atados a nuestro pasado.

¿Cómo entonces podemos reconciliarnos con nuestro pasado, para poder seguir avanzando?. Lo primero que debemos hacer es decirnos y decir la verdad, no “nuestra verdad”, sino la verdad objetiva, la verdad tal cual es, esto es fundamental. Lo segundo es reconocer nuestros errores y dar los pasos claros y necesarios para tratar de remediar todo lo que esté a nuestro alcance. Esto se llama restitución.

Algo así hizo un hombre llamado Zaqueo -en los tiempos de Jesús-, quien había defraudado y estafado a muchos, un día, después de encontrarse con Jesús y reconocerle como el Señor y Salvador de su vida, tomó conciencia de sus hechos y decidió devolver lo que no era suyo, o sea se reconcilió con su pasado.

Alguien me dirá que Jesús dijo a quienes le seguían que las cosas viejas pasaron y que todas eran hechas nuevas. Y si, es cierto que lo dijo, pero en su expresión no dice que se dé una vuelta de página tapando con un manto las propias miserias, sino, no volver a repetir los mismos errores, ni seguir viviendo las mismas vidas desordenadas del pasado, sabiendo que Dios da la oportunidad de comenzar de nuevo, ahora tomados de la mano de Jesús, reconciliándose con su pasado.

Si está en lo profundo de tu ser experimentar este cambio, debo decirte que sólo te será posible enfrentarte con tu pasado si adoptas una actitud similar a la de este cobrador de impuestos para el imperio romano, quien era culpable de traicionar a sus compatriotas en beneficio propio y del César. Pero que se arrepintió y decidió seguir a Jesús y con su ayuda pudo dar un giro valiente de ciento ochenta grados en todos los aspectos necesarios de su vida.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez




lunes, 1 de febrero de 2010

"TE ROBA LA VIDA"




Mientras sufres es posible que quienes te dañaron sigan “viviendo la vida”, mientras sumas sufrimiento a tu dolor inicial. Esta condena que oprime tu pecho “te roba la vida” y daña a quienes amas.


A menudo me encuentro con personas, tanto hombres como mujeres, con una profunda angustia asociada con dolor y bronca, que lo definen como un sufrimiento del cual son prisioneros, pero lo llamativo es que al abordar el tema que origina este “coctel letal”, la persona se defiende guardando esa dureza en su pecho como para demostrarse a si mismo y demostrar a otros que es fuerte y que de nuevo no ocurrirá lo mismo.

Esto sucede cuando alguien fue víctima de algún delito, violación o injusticia. Frente a la injusticia e impotencia de esta manera expresa su repudio y rechazo a lo sucedido. Esto en muchas ocasiones, según lo confirman los profesionales de la salud, genera enfermedades psíquicas y/o psicosomáticas, en muchos casos con derivaciones graves. Y en otros se observa un deterioro de su vida personal, familiar y social. Como así también en algunos el vivir al filo de ejecutar venganza.

¿Qué hacer entonces, por dónde comenzar?. Es sencillo, por el principio; con una palabra que inicialmente es resistida y no comprendida, -y racionalmente es comprensible esta reacción-, cuando todavía se sufren las consecuencias de lo ocurrido. Cuando alguien les habla de perdonar, la respuesta es generalmente, “no puedo”, “no se puede”, o “no es justo”.

Claro, es entendible que quien haya sufrido injustamente no quiera ceder restándole importancia a lo acontecido, o decir “no fue tan grave lo ocurrido”. Pero no estoy diciendo esto, todo lo contrario, estoy hablando de ser libres de “eso” que ha oprimido el pecho, cerrado su garganta y desdibujado su sonrisa espontánea del rostro, por meses, años o décadas. Aquello recurrente en los pensamientos, aquello pendiente en la vida.

Quien comete delitos es un delincuente, quien viola es un violador, quien estafa es un estafador, quien asesina es un asesino y de ninguna manera podemos minimizar ni convalidar semejantes hechos. Aún más, la justicia debe juzgarles de acuerdo a sus hechos. Sabemos que si aunque por algún motivo la justicia humana no lo hiciese, deben enfrentarse con Dios.

Tengo una buena noticia y es que puedes ser libre de tu agobio y justamente tiene que ver con el perdonar, renunciando a esa dureza que tienes en el pecho a manera de coraza, defensa o arma. Porque mientras sufres, es posible que quienes te dañaron sigan “viviendo la vida”, mientras sumas sufrimiento a tu dolor inicial. Esta condena que oprime tu pecho “te roba la vida” y daña a quienes amas.

Cuando perdones en tu corazón a quienes te dañaron comenzará a diluirse tu pesar y comenzarás a experimentar libertad en tu vida, -reitero no implica llamar bueno a lo malo-. Pero la pregunta es ¿cómo puedo hacerlo?. Jesús hablando de perdonar, dijo que perdonemos a quienes nos afectaron, si queremos ser perdonados.

Pero también es cierto que también dice la Biblia que perdonemos como El nos perdonó. Entonces la pregunta inevitable es; ¿ha perdonado Dios los yerros de tu vida?. ¿Le has pedido perdón reconociéndolos con profundo arrepentimiento?. Si no lo has hecho aún, ahora es el momento de hacerlo. ¡Porque nadie puede dar lo que no tiene!.

Cuando te hayas reconciliado con Dios y declares en tu corazón que perdonas a quien te dañó y pongas todas tus cosas a los pies de Jesús confiando en El, experimentarás paz y libertad, porque en definitiva el único que te puede hacer libre es El.



Pr. Rubén Jorge Rodríguez



lunes, 18 de enero de 2010

SIEMPRE QUISE PAGAR..!



Administrar la confianza que nos brindan, es administrar un tesoro de gran valor, porque con buenas intenciones no hacemos mucho.


Saber que otros confían en nosotros genera satisfacción, y más cuando este voto de confianza proviene de amigos, familiares o simplemente de personas que nos conocen muy bien. Poder contar con crédito, sea este en forma personal o a través de alguna institución reconocida, es una de las grandes satisfacciones con que cuenta el ser humano.

El hecho que confíen en nosotros y el saber que si tuviésemos alguna dificultad extrema podríamos recurrir a ellos -porque están dispuestos a socorrernos- nos brinda seguridad y permite avanzar en distintos proyectos que a diario tenemos por delante.

Por el contrario, el no poder contar con nadie, produce una sensación de desamparo muy particular, acompañada en algunos casos por un creciente resentimiento. Este resentimiento hiere al que lo posee generando depresión u “odio a la vida y a las personas”. Afecta fatalmente a su entorno, desencadenando graves problemas de relación. En medio de estos sentimientos de rechazo e incomprensión, las personas afines se suelen agrupar, porque sufren algo parecido, cayendo en muchos casos en el abandono de si mismos crisis familiares o suicidios. Aunque también algunos en adicciones o hechos delictivos, muchos de ellos con un perfil “inhumano”.

Es importante considerar cómo administramos esta confianza cuando somos poseedores de ella. Abundan los que abusan de ella respecto a personas, pero aún más cuando se trata de instituciones. Muchos no miden la posibilidad cierta de cumplir con las obligaciones tomadas, se basan en un “positivismo” que les induce a tomar obligaciones pensando en pagar, porque no esta en sus corazones defraudar a nadie, pero de hecho lo hacen. Ya que hubiesen pagado -pues esa era la intención-, claro, si todo hubiese salido como esperaban, pero ante la variable adversa más pequeña todo “el castillo que han levantado en sus mentes” -aunque elaborado con las mejores intenciones- se derrumba, arrastrando consigo la confianza, las relaciones, las amistades, y un futuro de libertad.

Un libro muy antiguo, La Biblia, dice que es mejor no prometer, que prometer y no cumplir, también dice que uno es esclavo de aquel a quien debe, y todo esto es muy cierto. Cuantas personas están lastimadas y lastimaron a otros, pues son victimas y victimarios, por reemplazar la fe por el positivismo. Que gran necesidad tiene nuestra sociedad de administrar la confianza que nos brindan, porque hacerlo es administrar un tesoro de gran valor.

Este tan valioso libro también dice que es necesario cambiar el modo de pensar, para que pueda cambiar la manera de vivir. ¡Cuántos problemas nos hubiésemos ahorrado si desde temprana edad, hubiésemos sabido estas cosas y valorado sus profundas enseñanzas!.

Tengo una buena noticia y es que no solamente allí encontramos la orientación para no equivocarnos, sino que también nos brinda la salida y nos ayuda a redireccionar nuestra vida. Por eso si tienes una, léela y sino consíguela, encontrarás verdaderos tesoros escondidos.



Pr. Rubén Jorge Rodríguez