viernes, 23 de julio de 2010

HAY QUE DECIDIR...!


... Quienes buscan la verdad por encima de sus preconceptos y se disponen a ponerla en práctica y quienes no necesariamente la buscan, sino que buscan “otra opinión”...


Una de las facultades con que contamos los seres humanos, es la posibilidad y capacidad de tomar decisiones. Todos los días y en cada momento debemos tomarlas, sean estas importantes o no.

Debemos por ejemplo, tomar pequeñas decisiones para cruzar una calle por determinado lugar o no, ponernos abrigo o no, asearnos o no, y todas aquellas que te puedas imaginar, ya que son parte de la vida. Como lo son también las decisiones trascendentes, las que afectan nuestro futuro y el de otros.

Cuántos de nosotros cuando decimos comprar una camisa, recorremos distintas tiendas, hasta encontrar aquella que más se ajusta a nosotros, en color, estilo; a nuestro cuerpo o a nuestra economía.

Frente a la enfermedad, sea esta propia o de algún ser querido, consultamos al médico y es lo correcto. Pero también en algunas ocasiones, no quedándonos conformes con su opinión, alguien nos aconseja o surge de nosotros, consultar otras opiniones de otros profesionales de la salud.

Es cierto que tanto en las cotidianas, como en las trascendentes, buscamos opciones, opciones que nos beneficien. Pero es necesario destacar, que si bien esto es cierto, hay diferencias substanciales entre la una y la otra.

En la primera, la decisión está en nosotros, ya que responde a los criterios personales, en la segunda, los criterios personales deben pasar a un segundo plano, ya que lo importante es contar con el diagnostico médico preciso, que resguarde nuestra vida o la de nuestros seres queridos que están en riesgo.

En mi tarea de consejería, me encuentro con muchas personas que buscan consejo sobre situaciones de distinto tipo, tanto familiares como personales, generalmente muy graves. Dentro de ellas, hay dos tipos de personas. Quienes buscan la verdad por encima de sus preconceptos y se disponen a ponerla en práctica y quienes no necesariamente la buscan, sino que buscan “otra opinión”, dentro de muchas que consultaron, para luego evaluar cual se ajusta más a sus gustos o pretensiones, como quien busca una camisa.

Hace unos años compré un automóvil, si bien era un excelente vehículo no me adaptaba a el, ya que en el manejo en ruta perdía estabilidad, lo hice revisar por técnicos, y todo estaba bien. Me dijeron que era un problema originado en la presión de los neumáticos. Esto me desconcertó, ya que contaba con la que tradicionalmente se le pone a estos vehículos, aún más, la recomendada por las mejores casas de neumáticos.

A pesar de todo, el problema persistía, hasta que consulté el Manual de Fábrica, y ante mi asombro observé que los valores diferían totalmente, cosa que resistí y seguí probando, pensando que debía haber un error. Hasta que un día dándome por vencido decidí respetar las normas del fabricante y noté un cambio total. Tuve que reconocer, que el fabricante era el único que sabía que era lo correcto. ¡Claro en mis intentos ciegos dañé las cubiertas!.

Así ocurre tanto en nuestra sociedad como en lo personal, al desconocer que hemos sido creados por Dios y sólo El es quien determina lo que está bien y lo que está mal.

Para que nuestra vida y sociedad alcance aquello para lo que fue creada, debe basarse en las normas del fabricante, aunque a algunos les cueste aceptarlo, las normas de Dios, y no el consenso de opiniones de personas que dejan de lado las pautas del Creador.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez