viernes, 25 de junio de 2010

LO NUESTRO Y EL MUNDIAL..!


¿El día después qué?, cuando la euforia pase, cuando una a una sean guardadas las banderas, qué queda. Los argentinos con sus logros y dramas, lo cotidiano, lo rutinario, la realidad. Como aquel que se embriaga para olvidar y cuando le pasa el efecto se encuentra con su cruda realidad.

Nuestra sociedad, comparativamente con muchos países latinoamericanos cuenta con un elevado índice en el promedio de cultura y alfabetización. Un pueblo acostumbrado a los cambios constantes, vaivenes económicos, políticos y sociales que lo fueron forjando y llevando a vivir el “día a día“, y en muchos casos concentrarse en el y olvidarse de aquello que le aqueja. Como un adicto que se evade de sus problemas personales o familiares, que se esconde detrás de la droga, el alcohol u otros paliativos.

Es lindo ver automóviles, calles y edificios embanderados, apoyando a nuestra selección nacional de futbol, pero lo llamativo es que cuando hacemos comparaciones, estas superan en porcentaje a las banderas e insignias desplegadas en nuestros días patrios, fuera de fechas como esta.

En días así, todo pasa a un segundo plano, reflejándose en los distintos medios de comunicación, como “el tema del momento”, y por supuesto que lo es. Sin embargo me pregunto, no sería más importante que en las páginas de los diarios, en las pantallas de televisión, apareciesen temas trascendentes, propuestas para tratar temas como la corrupción, y la inseguridad. La producción, la educación, la subocupación, la destrucción de las familias, los niños abusados, entre otras.

Es claro que algo tan popular como el futbol para muchos de los argentinos pasa a ser una “Causa Nacional” y llegar a ganar el mundial un ¡Logro nacional!. Aquí cabe hacernos una pregunta ¿El día después qué?, cuando la euforia pase, cuando una a una sean guardadas las banderas, qué queda. Los argentinos con sus logros y dramas, lo cotidiano, lo rutinario, la realidad. Como aquel que se embriaga para olvidar y cuando le pasa el efecto se encuentra con su cruda realidad.

También es cierto que a quienes saben de la realidad de nuestra sociedad y tienen que arbitrar los medios para mejorarla y no cuentan con las herramientas para dar la solución pronta a lo que muchos esperan, esto es una tregua en el reclamo de la gente.

Si nos remontamos a los albores de nuestra Patria, observamos que trató de ser asentada sobre valores cristianos, con errores o no, se trató de transmitirlos en todo es espectro social. Desde hace décadas, detrás de un falso llamado “progresismo”, se ha intentado dejar totalmente a Dios de lado. Claro está que al pensar así, el hombre es gobernado por el hombre con sus propias limitaciones, tratando de hacer un “ensayo de cultura”, cuyo fin no lo vislumbramos, sino que lamentablemente ya lo vivimos.

¿Que pasaría, si en lugar de evadirnos de aquello que nos agobia, lo enfrentamos, pero con los valores que Dios ha determinado? Ya estamos viviendo las consecuencias de un tiempo donde la “razón sin Dios”, ha ocupado el lugar de “Dios iluminando nuestra razón”.

Cuando no se sabe que hacer, después de haber hecho ensayos aplicando diferentes corrientes de pensamiento y vemos que en este aspecto en lugar de avanzar o al menos mantenernos, estamos retrocediendo a pasos agigantados ¿Es tan difícil humillarnos y decir que sin Dios no sabemos continuar y sin El no podemos saber en definitiva qué esta bien y qué está mal?.

No estoy hablando de religiosidad, ni de la práctica de determinados ritos, sino de tomar en serio de una vez por todas a Dios y su Palabra, vivir como Cristo manda, basar este nuevo Centenario de nuestra Patria en los valores de Dios, que como bien dice el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional es la “fuente de toda razón y justicia”.

Dios nos ilumine y revele estas verdades, que aunque resistidas por algunos, a quienes respetamos, es la salida para nuestras familias, nuestra sociedad y nuestra Patria.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez






lunes, 7 de junio de 2010

ANSIEDAD E INSATISFACCIÓN



El vivir en tensión nos produce nerviosismo y este hace sufrir también a quienes nos rodean, -ya que no es fácil convivir con quien vive en insatisfacción-, convirtiéndose en víctimas de la crisis personal que estamos viviendo.


Hay dos sentimientos que por momentos nos invaden a todos, uno es la ansiedad y el otro es la insatisfacción. Cuando la frustración comienza a asomarse, también comienza a hacerlo la ansiedad y la insatisfacción.

Cuando deseamos obtener algo y al ver que cada día está más lejos de nuestro alcance, nos ponemos ansiosos, siendo muchas veces esto sólo el inicio de graves problemas, crisis o conflictos. Algo parecido sucede cuando dejamos de contar con algo que para nosotros era normal tenerlo, -aunque quizás no lo sea para otros-, o cuando no tenemos lo que deseamos -o pensamos que necesitamos-, se genera un estado de insatisfacción que nos roba la felicidad.

Por naturaleza aunque en menor o menor escala, convivimos con estos sentimientos, porque en el fondo siempre estamos queriendo algo o sentimos que algo todavía nos falta. Esto es parte de la naturaleza humana y a su vez el motor que nos motiva a seguir adelante para crecer como individuos y como familias. Pero cuando supera el límite, comienza a producirse sufrimiento, agresión o angustia. Es entonces cuando debemos detenernos y replantearnos sobre las profundas motivaciones de nuestro interior.

El vivir en tensión nos produce nerviosismo y este hace sufrir también a quienes nos rodean, -ya que no es fácil convivir con quien vive en insatisfacción-, convirtiéndose en víctimas de la crisis personal que estamos viviendo. Este estado de tensión interior produce amargura o sea una profunda tristeza y un negativismo provocando en muchos casos depresión.

Encontramos un párrafo de una carta que escribió el apóstol Pablo a manera de consejo y enseñanza a personas que vivían en la antigua ciudad de Filipos y estaban sufriendo algo parecido o estaban expuestos a ello: “No se aflijan por nada, sino preséntenlo todo a Dios en oración; pídanle y denle gracias también.”

Aquí encontramos una receta efectiva para que seamos libres de esta ansiedad e insatisfacción. Nos dice que es necesario contarle a Dios, todas las cosas, aún suplicándole, poniendo nuestros deseos y necesidades a sus pies adoptando una actitud de descanso y agradecimiento por lo todo lo verdaderamente bueno con que contamos. Porque el que descansa, espera en paz el tiempo que sea necesario y no se desespera hasta la solución del problema. Más aún, muchas veces hasta llega a olvidarse de aquello que le producía la ansiedad y la angustia.

Les sigue diciendo: “Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús”. Habla de una paz no conocida por la mayoría, ya que en nada se parece a la que podemos entender y por ende desear, es la que proviene del cielo, y aunque no seamos conscientes de que la necesitamos, es lo que nos falta. Alguien me dirá que no es lo que desea o necesita, pero en definitiva tanto la ansiedad como la insatisfacción expresan la ausencia de ella.

Claro, es evidente que este consejo esta condicionado por estar “unidos a Cristo”. ¿Qué es esto? Podemos explicarlo en forma sencilla. Es un acto concreto, personal y voluntario en el que debemos entregarle nuestra vida a Jesucristo. Un acto de reconocimiento de quien es El y de nuestra condición de necesitados, quien arrepentidos, no sólo ponemos nuestra ansiedad e insatisfacción a sus pies, sino también nuestras vidas.

Cuando vivimos con este tipo de paz con nuestros semejantes, con nosotros mismos y fundamentalmente con Dios. Mientras nos esforzamos para superarnos y crecer, -y aunque mientras tanto quizás nos falten cosas-, viviremos en reposo y descanso. Y... ¿Puede sentirse fracasado quien vive así...?.



Pr. Rubén Jorge Rodríguez