viernes, 18 de septiembre de 2009

¿DE QUÉ ME HABLAS?

Vale la pena preguntarnos quienes en esta primera década del siglo veintiuno son los referentes o aquellas personas que son oídas y consultadas por muchos de nuestra sociedad y porqué esta los reconoce como tales. Sin duda esto determinaría los valores que prevalecen en ella.

Hace unas semanas en un importante canal televisivo se emitió el trabajo de un periodista entrevistando a transeúntes, haciendo una especie de relevamiento sobre que opiniones les quedaban más gravadas en sus mentes, las que provenían de un científico, de un intelectual, o de personajes mediáticos de la farándula, del deporte, etc. Lo llamativo fue que todos respondieron que las opiniones de los personajes mediáticos eran las que recordaban, y aún sus nombres. Y respondían con un gesto como “¿de qué me hablas?”, cuando se les mencionaba a los otros.

Si reflexionamos un poco sobre quienes y porqué son oídos e influyen en muchos que componen nuestra sociedad, la conclusión es preocupante. No son los científicos, los intelectuales, ni siquiera los religiosos, sino son algunas figuras mediáticas a quienes se les consulta sobre los más disímiles temas. Hombres y mujeres que mediante escándalos -algunos prefabricados otros no-, influyen en una sociedad permeable. Algunos con problemas en sus vidas aún no resueltos, dan consejos y son tomados como modelos. Cada uno expresa su opinión desde su óptica particular, no siempre porque se propongan hacerlo sino porque en muchos casos son consultados por que su imagen o nombre “venden”.

Cuando una persona llega de esta manera a una sociedad, es porque de alguna manera esta se identifica con ella. No siempre por sus dotes artísticos, deportivos o de otras disciplinas, sino porque los valores que expresan indicarían que son coincidentes con los que tienen quienes los valoran, algunos en forma explícita y otros en lo profundo de sus corazones.

Lo cierto es que cuando los valores se nivelan hacia arriba indican un avance de la sociedad, pero cuando esta lo hace hacia abajo, indicaría que estamos descendiendo paulatinamente, corriendo de esta manera riesgos a corto plazo como sociedad. Aunque parezca que no es así, todos los conceptos expresados repetitivamente en el transcurso del tiempo dejan huellas en las personas, sean estas para bien o no.

El planteo que debemos hacer, -a manera de un ejercicio personal- es con quién o quiénes me identifico, porque como dice un dicho popular: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. Y observarnos como quien se mira en un espejo, con quién o quiénes nos identificamos, quienes dicen o hacen lo que nosotros diríamos o haríamos pero no nos animamos. Aquello que refleja lo más profundo e íntimo de nuestro ser. Esto quizás sea como el espejo que refleja la realidad de nuestras vidas.

Sin duda nos cuesta aceptar esto como propio, ya que no lo veíamos quizás de esta manera. En medio de esta realidad en la que vivimos, seria bueno preguntarnos qué es lo que quiero para mi familia y para mí, de ahora en más.

Hace siglos alguien enseñó una forma de ver la vida y como vivirla, también fueron requeridas sus opiniones respecto a los más diversos temas. Sus respuestas muchas veces generaban incomodidad y aun arrebatos de ira. Fue muy conocido porque lo que enseñaba no se amoldaba a los modos y costumbres de una sociedad que había entrado en decadencia. El decía que lo que hablaba lo había oído de su padre. Lo cierto que lo que decía y vivía era una contracultura. No sólo opinaba y enseñaba, sino que su vida era un ejemplo. Fue y es aún de ejemplo para nosotros. Su nombre es Jesús y su padre es Dios.

Un día un hombre llamado Pablo dijo que lo imitásemos a él como el imitaba a Jesús, en otras palabras imítenme a mi, porque yo lo imito a El. Cuando tomamos la decisión de tomarlo como más que un simple referente para nuestras vidas y familias, todo cambia. Nosotros vemos los cambios y quienes conviven con nosotros o nos rodean también los advierten. Cambios que dan esperanza a los desesperanzados, a quienes ven la vida y la sociedad como algo que va cuesta abajo. Toma la decisión y con tus palabras expresale tu deseo que sea El quien guíe tu vida y que lo tomas no sólo como tu referente, sino como tu Señor personal.

No sólo comenzarás a ver las cosas desde otra óptica y sentirás la necesidad de compartir con otros tu experiencia de cambio con Jesús, sino que desearás encontrarte con otras personas que hayan experimentado lo mismo que vos. Y verás como comenzarás a ser un factor de nivelación hacia arriba.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez