viernes, 18 de septiembre de 2009

¡EN MI PROPIA CASA, NO..!

Hace un tiempo en una columna televisiva, relaté lo que un amigo nos contó a un grupo de colegas sobre lo que les sucedió a él y a su esposa. Nos dijo lo siguiente: “Una noche como tantas al regresar a mi hogar después de un arduo día de trabajo y después de abrir la puerta principal de mi casa, me quedé paralizado al ver en el living a un hombre y una mujer, en una escena muy comprometida de lujuria, poco a poco se quitaban las ropas y en mi propio living y ante quien pudiera pasar, mantenían relaciones sexuales sin ningún pudor. ¡Era mi casa! ¿Cómo podía estar ocurriendo esto allí?. Mientras mi esposa que desconocía lo que ocurría, estaba en la cocina preparando la cena.

En pleno estupor y en un arrebato di un grito llamando a mi esposa, quien alarmada vino corriendo y le dije ¿ves lo que yo veo?. Se quedó perpleja, al ver semejante escena en su propia casa; mientras ellos no se alarmaron, y ni siquiera por verguenza ajena cambiaron su actitud. En un impulso ella corre hacia el televisor y lo apaga, y lo que estaba ocurriendo en nuestro living desapareció”.

La mayoría de nuestras familias no permitirían que una pareja entrase a su casa y a la vista de toda la familia, hieran cosas semejantes. ¿Quién permitiría que una pareja de desconocidos que pasan por su calle entrasen y tuvieran sexo?. Serían tratados de inmorales, de no respetar el hogar, señalando que afectaría sicológicamente y emocionalmente a los niños, entre otras cosas. Les ordenarían que se retiren y si no lo hiciesen harían la denuncia policial correspondiente. Y por cierto tendrían razón.

Ante esto, es bueno que reflexionemos en el relato. De qué manera ponemos límite a escenas de ese tipo u otras que no toleraríamos que invadan nuestros hogares. Pero cuando nuestros televisores están encendidos, o se navega por Internet, estamos sin darnos cuenta dándoles entrada en forma virtual afectando a lo más preciado que como seres humanos tenemos, nuestras familias. ¿Pensamos que esto no afecta a nuestros niños, adolescentes y jóvenes?. ¿Que no influye a los mayores?;. Afecta y mucho, más de lo que algunos se pueden imaginar. Muchas veces estos últimos excusados en el hecho de haber vivido ya muchos años.

A diario en mi tarea de consejería, me encuentro con personas que sufren las consecuencias de cosas como estas. Aunque quizás a muchos no les parezcan tan graves, lleva consigo un mensaje profundo que condiciona el futuro, alterando los valores en forma progresiva.

La solución está al alcance de nuestras manos. No tenemos ni más ni menos que poner los límites, o sea discernir entre lo bueno y lo malo y decidir por lo bueno. Justamente esta es la definición de madurez que Dios nos da en la Biblia. Cada día, en todos los órdenes de nuestra vida tenemos que tomar decisiones; en el trabajo, en la casa, en la familia, en todo. El vivir incluye la toma de decisiones, y el vivir bien en tomar las decisiones acertadas en el momento oportuno. Una buena decisión, como ocurre con un buen remedio, dado fuera de tiempo, termina provocando consecuencias indeseables.

Me dirán que es fácil decirlo pero difícil concretarlo. Al respecto un hombre culto, formado con la mayor excelencia de su tiempo llamado Saulo de Tarso, -más conocido como Pablo-, le dice a uno de sus ayudantes que huya de las pasiones inconvenientes que podrían afectar su vida. O sea que tome la decisión justa en el momento justo. No se trata de un acto de cobardía sino de la valentía propia de quienes alcanzan real madurez.

Esta valentía y sabiduría para decidir bien, solamente la podemos experimentar plenamente, cuando reconocemos que sin la ayuda de Dios nos sería imposible vivirla. Aunque nos parezca mentira por más que podamos querer ser sabios no lo seremos por nosotros mismos, ya que El dice que hay muchos que se consideran sabios en su propia opinión y esta sabiduría no está relacionada con la formación o estudios que hayamos realizado. ¡Lo que vale entonces, es la opinión de El!.

Te animo a que busques la verdadera sabiduría en Dios, contándole tus temores, dudas, luchas y a la vez reconociendo que no has vivido dependiendo de El, y que deseas de ahora en más hacerlo. Pidiéndole perdón por los errores y pecados que hayas cometido y que te ayude a vivir tomando las decisiones correctas en el momento oportuno y como hizo Pablo, quien dio el sabio consejo de huir como expresión de valentía y quien reconoció a Jesús como su Señor y Salvador. Esto que alguno podría verlo como ingenuo o quizás fantasioso es la experiencia de muchos que han tomado esta decisión y los resultados están a la vista de quienes quieran verlos.


Pr. Rubén Jorge Rodríguez